21 jul 2010

ENCANTOS DE LAS MUJERES INSURGENTES…

…arma muy temida por el gobierno colonial

2010-07-18

Julián Rodríguez Marín, EFE

México,  (EFE).- Los gobiernos coloniales en la Nueva España persiguieron y reprimieron, incluso con la muerte, a mujeres insurgentes a las que acusaban de utilizar sus encantos para seducir y convencer para cambiar de bando a sus oficiales, dijo a Efe la historiadora María José Garrido.

"El delito de seducción fue una de las más frecuentes acusaciones contra las mujeres que optaron por la insurgencia", dijo Garrido, quien ha investigado el papel de la mujer en la guerra de la Independencia de México que estalló en 1810.

Garrido, doctora en Historia y titulada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó que aunque en esa época la mujer no tenía ningún derecho político y acceso a los puestos de poder, los insurgentes veían en ellas una gran fuerza que favorecía a su causa.

La historiadora explicó a Efe que, sin embargo, en diarios insurgentes de la época se conminaba a la mujer a no ceder a las pretensiones amorosas de los realistas, término que utilizaban para denominar a los partidarios del poder colonial,

"En 1812, uno de los diarios insurgentes publica dos artículos que invitan a mujeres que viven en la Nueva España a que participen en la Guerra de Independencia de diversas maneras", señala la historiadora.

Explica que, para el autor de esos artículos, las mujeres tenían una gran deuda debido a que consideraron que su sometimiento a partir de Doña Marina, La Malinche (mujer indígena del conquistador Hernán Cortés), era el responsable de la conquista y debían participar en la lucha por la Independencia.

En esos artículos, los autores piden a las mujeres que no se casen con españoles y a quienes están casadas con ellos les sugieren que se conviertan en espías en favor de la causa americana.

En caso de un inminente matrimonio con un español les piden que condicionen la unión a que se pasen al bando insurgente y que eduquen a sus hijos en favor de la causa de la independencia.

En el artículo "Los temores de los realistas: las mujeres de los insurgentes" publicado en la revista "Relatos e Historias de México" (edición de Julio de 2010, Editorial Raíces), Garrido cuenta cómo en octubre de 1814 Agustín de Iturbide permitió tomar rehenes a las mujeres y los hijos de los insurgentes para obligarlos a rendirse.

En noviembre de ese año unas 300 mujeres fueron encarceladas por dos años sin juicio penal como una forma para frenar las acciones de un grupo de insurgentes comandados por José Antonio Torres en el estado de Guanajuato.

En respuesta a la detención, los insurgentes "enfurecidos" quemaron las haciendas, prohibieron bajo amenaza de muerte la salida de víveres y decretaron "exterminio y muerte" contra todos, por lo que Iturbide amenazó con fusilar a las mujeres cuando los insurgentes cometieran ciertos delitos, aunque no se ha documentado alguna represalia.

Iturbide defendió su decisión con el argumento de que "esta clase de mujeres causan a veces mayor mal que algunos que andan agavillados (...) considérese el poder del sexo bello sobre el corazón del hombre, y esto solo bastará para conocer el bien y el mal que pueden producir".

Anteriormente Iturbide ordenó fusilar a María Tomasa Estévez de Salas, quien fue juzgada por seducir a la tropa realista en la región de Salamanca, de quien aseguró habría tenido mucho éxito en sus actividades rebeldes por "su bella figura".

Otro de los casos fue el de Bernarda Espinoza, quien fue fusilada por expresar su júbilo ante una derrota realista y por haber vertido proposiciones en favor de los insurgentes.

La opinión de Iturbide era compartida por otros militares y autoridades coloniales, para quienes los atributos femeninos era una grave amenaza para la autoridad que no podían combatir.

Otros estudios históricos destacan el papel de Carmen Camacho quien seducía a los soldados de una guarnición para que desertaran.

En 1815 un juez calificó a estas mujeres como uno de los mayores males porque debido a su sexo eran el instrumento para seducir a toda clase de personas y quienes podrían transmitir mensajes, espiar y contrabandear armas bajo sus faldas.

Por este motivo la vida privada y la sexualidad de las mujeres durante la guerra de Independencia se convirtió en un asunto de seguridad política.

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