EL CORRIDO, GÉNERO QUE REFLEJA LAS GLORIAS Y LEYENDAS DE GENERALES, HÉROES Y CAUDILLOS
Bertha Hernández | Nacional
Domingo 11 de Julio, 2010 | Hora de creación: 00:27| Ultima modificación: 02:03
Protagonistas. En los corridos, desde el soldado más humilde hasta el general tienen la oportunidad de trascender. Foto: Archivo
• 00:24 Un complemento esencial: los grabados inmortales de José Guadalupe Posada
• 00:25 Un género en enriquecimiento constante
Si hay una expresión popular que los mexicanos relacionan con la memoria de la Revolución de 1910, es, sin duda, el corrido. Esa forma mexicana del romance europeo, que, a la fecha, goza de cabal salud y que adopta mil formas para convertirse en catálogo musical de días de gloria y de tragedia, de muertes y traiciones, de amores imposibles o esperanzados.
Todos tienen una cosa en común: manifiestan el culto a la figura del héroe, trágico o triunfante, crisol de la legalidad o bandido clandestino. A veces le echan en cara sus fallas, en otras, lo convierten en mártir, y en algunas más le garantizan el sitial más alto del panteón de la patria. Ser héroe de un corrido no era cosa menor; pareciera que equivale a entrar al santoral laico de quienes están más allá del bien y del mal.
Ese es el tono épico del corrido revolucionario, descendiente directo del corrido que daba cuenta de los días de represión del porfiriato: Ha ordenado quien lo puede/'que se les mate en caliente'/ y esta es la consigna real,/ de Porfirio el Presidente. Rezaba el corrido de "Los Mártires de Veracruz", y de ahí en adelante: el combate a los mayas, el ataque a los habitantes de Tomóchic, hechos que no se olvidan, y que alientan el resentimiento.
Por eso, a la distancia, es tan intensa la esperanza que se trasluce en los corridos de los primeros días del maderismo: ¡Ay, Madero tan hombre,/ bonitas son sus aiciones!/Mandó a los cabecillas/ echar fuera las prisiones./¡Madre Mía de Guadalupe,/llénalo de bendiciones!
Pero así como se cantó la victoria de Ciudad Juárez. La caída de don Porfirio y la llegada del coahuilense a la ciudad de México, un par de años después, los cantores del pueblo advertían: Señores, tengan presente/que el día nueve de febrero/ Mondragón y Félix Díaz/ se alzaron contra Madero.
El surgimiento de múltiples caudillos dio lugar a otros tantos imaginarios: proliferan los corridos que cuentan el avance de las tropas de Carranza, de Joaquín Amaro, de Emiliano Zapata y de Francisco Villa. Poco a poco, estos líderes verán escrita, en corridos, su biografía entera: desde los primeros días de "la bola", hasta el atentado, la emboscada que les arrancó la vida.
La épica revolucionaria no está construida solamente con nombres célebres: sobreviven los corridos cuyo protagonista es el soldado anónimo, que se va a "la bola" porque los norteamericanos se acercan a Veracruz; es el obrero que desde la ciudad le guarda lealtad a Carranza: El obrero demuéstrele el cariño/al Primer Jefe de la Revolución/ todos contentos seguidle en su camino/ porque es el faro de nuestra salvación.
Muy pronto, los grandes hechos militares y los estrategas importantes entran en el catálogo del corrido: la toma de Zacatecas, los combates de Celaya; Felipe Ángeles. Pablo González, Álvaro Obregón. El corrido revolucionario llegará incluso a los primeros tiempos de la posrevolución, para asegurarle unas cuantas líneas a la presidencia de Adolfo de la Huerta, la rendición de Villa, el ascenso a la presidencia de Obregón. Todavía, sombríos, los autores de corridos cantarán la muerte de Francisco Serrano en 1927; aún relatarán el asesinato de Obregón, presidente reelecto, el fusilamiento de su asesino, José de León Toral: la Revolución entera, ni más ni menos, de principio a fin.
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