POR CUIDARSE DE LOS REYISTAS…
Por cuidarse de los reyistas, el régimen porfiriano olvidó a Madero, quien recorrió el país ganando terreno para su causa democrática
Bertha Hernández | Nacional/ Crónica
Correligionarios. En Puebla, Madero conoció a un valeroso activista: Aquiles Serdán. Foto: Archivo
Cuatro giras de vértigo, en pleno activismo por la democracia
Vázquez Gómez: el compañero de fórmula
Después de la publicación de La Sucesión Presidencial en 1910, Francisco I. Madero se lanzó de lleno al activismo político. Su mera presencia ya era, bien mirado, señal de que algo cambiaba, en la manera de ver el mundo, entre los mexicanos de principios del siglo XX. Él representaba, por sí mismo, una manera novedosa de entender la vida política; un proyecto sustentado en la democracia, una personalidad radicalmente diferente a la de los caudillos, a los héroes de guerra, a los jefes políticos que durante décadas habían gobernado a los mexicanos.
Madero, creyente de la fuerza de las ideas, estaba seguro de que la meta principal de los comicios del año del Centenario había de ser una victoria democrática. De un triunfo electoral derivarían todas las soluciones a los problemas nacionales. Los hechos demostrarían la limitación de esta creencia, y eso, años más tarde, le costaría la vida al presidente que llegaría a ser el hacendado de Coahuila.
Pero era mayo de 1909, surgía el Centro Antirreeleccionista de México, impulsado por el propio Madero, por Toribio Esquivel Obregón y Félix Palavicini; eran antiguos reyistas convertidos al antirreeleccionismo personajes como los hermanos Emilio y Francisco Vázquez Gómez, este último, médico de Porfirio Díaz; a esta misma clase pertenecían Venustiano Carranza, José María Maytorena y Luis Cabrera. Fue tan notoria esta fracción de militantes, que Bernardo Reyes acusaría a Madero de haberle "usurpado" su movimiento.
Madero canalizó todos sus esfuerzos a la constitución de un Partido Nacional Antirreeleccionista que adquirió alcances nacionales, con base en un intenso activismo que se desplegó por todo el país.
La estrategia era, hasta cierto punto sencilla: Madero desarrolló cuatro giras por todo el país, acompañado siempre de Sara, su esposa y unos pocos seguidores. Los mexicanos veían a este hombre que les hablaba de libertades y de derechos, que criticaba el militarismo y el caudillismo: un demócrata que, en cada población que visitaba, animaba a la gente a formar clubes antirreeleccionistas que después podrían vincularse de región a región, de estado a estado.
Las crisis económicas y sociales de aquella primera década del siglo XX convirtieron a los mexicanos en tierra fértil para las arengas de Madero. Los clubes antirreeleccionistas se multiplicaron, con la encomienda de llevar a cabo convenciones estatales que nombrarían a los delegados que asistirían a la convención de abril de 1910, donde se definiría la fórmula electoral que competiría por la Presidencia y la vicepresidencia de la república, disputándoselas a don Porfirio y a su vicepresidente en funciones, Ramón Corral.
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