EL PAÍS QUE SOÑARON LOS INSURGENTES; LA IDEAS DETRÁS DEL MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA
El país que soñaron los insurgentes; las ideas detrás del movimiento de Independencia
Bertha Hernández | Nacional/ La Crónica
Domingo 5 de Sep., 2010 |
Documento. El Sentimiento de la Nación número 22 proponía quitar “la infinidad de tributos, techos e imposiciones que nos agobian”. Foto: Archivo
En el fragor de las batallas por la independencia fue que las ideas tomaron cuerpo y sangre. Eran hijas del pensamiento efervescente de fines del siglo XVIII y de principios del XIX, expresado en cartas, papeles volantes, impresos, hasta “frívolas” comedias, que hablaban de la posibilidad de vivir de otro modo. Era natural que, progresivamente, surgieran los escritos decisivos, donde se hablaba de independencia, de religión, de cómo habría de ser el país que habría de ser independiente y libre.
HIDALGO: LIBERTAD E IGUALDAD. Caro objetivo ese de la libertad, tan distinto a lo que los mexicanos del siglo XXI entendemos con la misma palabra. No extraña que los bandos de Hidalgo se aplicasen a estos dos valores con un sentido práctico. El “fino teólogo” aspiraba a beneficios concretos e inmediatos que implicaban la transformación radical del reino: la igualdad, por principio de cuentas, que ordenaba la desaparición de los esclavos y de ese abigarrado complejo socio-racial que se conoció como “castas”, miserables entre los miserables, sin grandes expectativas de transformar sus existencias.
Similar era el principio que animaba al cura de Dolores a hablar de libertad: imaginó a los novohispanos libres de hacer, libres de decidir, hasta libres de comer ciertos alimentos proscritos (como el amaranto) o de producir pólvora como un oficio más; libres de pagar tributo por el sólo hecho de nacer indio, libres de producir vino y las “demás bebidas prohibidas” y con ello ganarse la vida, libres de cultivar tabaco y beneficiarse de su venta. No eran delirios de incendiario; eran objetivos de un hombre que llevaba años mirando cómo los más pobres de los novohispanos estaban impedidos de alcanzar el bienestar.
MORELOS, ESTADISTA. José María Morelos, al erigirse como el gran caudillo del movimiento insurgente, a la muerte de Hidalgo y de Allende, dio un paso más: en el documento que le ganó la calidad de estadista, los Sentimientos de la Nación (1813), enunció la idea de una América “libre, independiente de España y de toda otra Nación”. Este punto se reflejaría en la declaración de independencia del Congreso de Chilpancingo, de noviembre de ese mismo 1813.
En el pasado reciente, algunas voces han cuestionado el que, al escribir los Sentimientos de la Nación, Morelos propusiera que “La religión católica sea la única, sin tolerancia de ninguna otra” (segundo Sentimiento). Pero no podía ser de otra manera. Aunque ya se ha apuntado que Morelos no era, como muchos otros curas novohispanos, modelo de vocación religiosa, era más que consciente de lo que juzgaba las necesidades espirituales de los americanos. La fe católica formaba parte del mundo, de manera necesaria. Además, al paso de los años, el estudio de este documento fundamental muestra que ese segundo Sentimiento, colocado como una de las premisas iniciales, no es, ciertamente, el más importante, a diferencia de otros puntos del texto.
Los deberes de los gobernantes fueron, para esa nación en ciernes, materia primordial. Morelos completó la idea de igualdad y la asoció a la idea de un buen gobierno, que fuera justo y equitativo, como propone el doceavo Sentimiento: “Que como la buena ley es superior a todo hombre, las leyes que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto”. Ese país que delineaba Morelos, donde “sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud”, ha tardado en construirse, pero no, ciertamente, por falta de ideas de aquellos insurgentes.
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