22 oct 2010

EL SIGLO XX FUE UN DESCOMUNAL NAUFRAGIO CIVILIZATORIO: PADILLA

Juan Carlos Talavera | Culturas

Viernes 22 de Octubre, 2010

Mar. El texto, dice Ignacio Padilla, señala la visión romántica tardía de nuestra historia y de nuestras letras en busca de las claves de nuestras derrotas. Foto: Joyce Pacheco

México y América Latina le dieron la espalda al mar y a su progreso desde su fundación, como lo testimonia su historia y su literatura, la que ha optado por sumergirse en la seguridad del páramo, otorgando al mar la tradición del naufragio, como se puede encontrar en las páginas de Gabriel García Márquez y José Revueltas, sin dejar de lado a Juan Carlos Onetti y Joseph Conrad, señaló el escritor Ignacio Padilla.
Esa vocación por el naufragio queda retratada en el canon narrativo latinoamericano que describe nuestra relación conflictiva con el océano, presente en la personalidad del mexicano y del latino, como sucede a menudo con sus proyectos personales que quedan inconclusos y a la deriva, explicó el autor al reflexionar sobre su más reciente ensayo que lleva por título La isla de las tribus perdidas. La incógnita del mar latinoamericano, donde concluye que “el siglo XX fue en sí mismo un descomunal naufragio civilizatorio”.
Editado por Debate, este ensayo que obtuvo el III Premio Iberoamericano Debate Casa América 2010, señala la visión romántica tardía de nuestra historia y de nuestras letras en busca de las claves de nuestras derrotas.
“Nos encontramos en un pantano, el cuerpo de agua por excelencia del latinoamericano”, como sucede en los cuentos de Horacio Quiroga o ‘el Macondo’ de García Márquez. Sin olvidar que la embarcación por excelencia de nuestra historia es la balsa y el narcosubmarino, dijo.
NI PROA NI POPA. Para el también autor de La catedral de los ahogados y Amphitryon, la literatura y los cuerpos de agua son un pretexto para hablar del qué y cómo somos, donde al menos cuenta cinco características puntuales de nuestra personalidad como mexicanos. “La primera es nuestra insularidad. Somos un archipiélago de soledad con una cultura que tiende a obstaculizar” que se refleja hasta en los topes viales y en la forma de cómo se obstaculiza al otro, detalló.
“Vivimos a la deriva”, bajo la idea de que alguien más nos conduce, como si navegáramos sobre una balsa que no tiene proa ni popa en la historia, ni en sus ideas, llegando tarde a los modelos constitucionales, democráticos, románticos y literarios. “Nos agrada que alguien más nos lleve”, apuntó.
“También está nuestro disenso con la naturaleza”, ese conflicto con el universo natural que simplifica el gran fracaso de la metrópoli latinoamericana que en vez de proteger la naturaleza, se ha convertido en una extensión que lo devora todo.
“Y desde luego nuestra vocación por el naufragio”, que se vincula con la derrota de nuestros proyectos personales, como sucede con los personajes de la literatura latinoamericana, allí está Maqroll el Gaviero de Álvaro Mutis que comienza sus proyectos y jamás los concluye; o como los personajes de Juan Rulfo que buscan al padre y no lo encuentran. “En el fondo hay un miedo a la navegación, a timonear nuestro propio barco”, enfatizó.
“Seguimos mal acostumbrados a que otros naveguen por nosotros y eso nos hace afines a los mesianismos, a las dictaduras personalistas o de partido que reflejan una resignación ante la fatalidad. Estamos en un estado de peligrosa nostalgia… Que la balsa nos lleve a donde quiera”, concluyó.

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